“En pocas palabras, la caridad significa una de estas dos cosas: o perdonar lo que es imperdonable o amar lo que no es amable” (G. K. Chesterton)
Pensar en los viajes que aspiramos realizar no debería de ser complicado, porque todos hemos viajado y más o menos sabemos de qué va el asunto. Pero pensar no es lo mismo que saber. Cada año nos surgen las mismas preguntas y como ya conocemos las respuestas ya no nos preocupan.
Da la
impresión de que nos lanzamos a viajar con la idea de que hay que aprovechar el
momento, que hay lugares por descubrir y que tenemos que conquistar, pero
sabemos que nos darán las mismas sensaciones y satisfacciones que nos dieron
los que visitamos el año pasado, y nos damos cuenta porque nuestra experiencia
nos lo recuerda de que el lugar importa poco, es nuestra disposición a sentirlas
las que nos hará que disfrutemos más o menos.
Volvemos a viajar para encontrar lo que ya sentimos en el
viaje anterior con la esperanza de que esta vez consigamos que se mantenga más
en el tiempo. Esa alegría, esa felicidad que sentimos al recordar los viajes
anteriores queremos trasladarla al presente, no nos basta con sentirla en
nuestro interior cada vez que la sentimos al recordarla, necesitamos hacerla presente,
aunque sepamos que volverá a nuestros recuerdos en cuanto volvamos a casa.
Todo lo anterior es cierto en parte, sin embargo, no está
completo. En realidad, no tenemos un título que acredite la propiedad sobre esa
posesión en que hemos convertido nuestra alegría y satisfacción ante cada
viaje. De hecho, durante todos nuestros viajes solo las manejamos y las
sentimos unos pocos días. Ni cuando preparamos y organizamos, ni muchas veces
cuando ya hemos llegado a ese ansiado lugar podemos hacer uso de esa presunta
propiedad a voluntad. No decidimos por ejemplo el día ni el momento en que nos vamos
a alegrar y a ser felices. Al final, resulta ser un misterio para nosotros su
control y lo vamos manejando poco a poco mientras viajamos y nuestra
experiencia nos va indicando.
La alegría que sentimos al viajar por lo tanto no es nuestra,
nos es dada, es un préstamo, una realidad que comprobamos en cada instante y
que no trasciende a sí misma, no se da a sí misma significado. No es una “cosa”.
La cuestión es que mientras estoy preparando el próximo viaje
para la primavera ya siento esa alegría y esa felicidad, ahora bien si consigo
que se haga presente entonces todo habrá salido perfectamente.
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