“El hombre no haría nada si esperara hasta que lo pudiera hacer tan bien, que nadie le encontrara defectos.” (John Henry Newman.)
Lo
hemos visto escrito y lo hemos dicho infinidad de veces: viajar siempre es algo
maravilloso y en bicicleta mucho más. En cada viaje nos surge una ocasión para
abrir nuestra mente y conocer otras maneras de vivir y entender la realidad. Los
motivos para comenzar un viaje son tan variados como las personas, y en muchos
casos las ventajas y lo que se llega a aprender también, pero ¿qué sucede
cuando volvemos a casa? Tenemos que recordar que un viaje nunca debe
convertirse en una huida, sino en una búsqueda, no nos vamos por qué no nos
gusta nuestro hogar sino porqué lo amamos tanto que nos vamos para mejorarlo al
volver.
Tenemos
que comprender que muchas de las experiencias que tenemos en los viajes son
materialmente las mismas en casi todos los viajeros, sin embargo, son
formalmente distintas. Compartimos las más de las veces las mismas
preocupaciones y dificultades: cansancio, averías, frío, calor, enfermedades…;
incluso las mismas alegrías: alcanzar el objetivo previsto, el disfrute de la
naturaleza, la satisfacción de las nuevas amistades… Pero, nuestros viajes,
cada uno de nuestros viajes tiene como mínimo un punto de singularidad, una
tenue luz imperceptible para los demás, que le da un sello característico, que
lo dota de un sentido particular: es mí viaje y ya forma parte de mí vida.
Cuando
viajamos en bicicleta tenemos claro que no somos personas anormales, aunque nuestro
objetivo es distinto. Salvo por la bicicleta no nos distinguimos de los demás
viajeros, ni por el lugar del que vinimos, ni por nuestras costumbres ni
vestimentas. En efecto, no llevamos una clase de vida diferente y, sin embargo,
damos muestras de un contexto del viaje admirable y, a juicio de mucha gente,
increíble.
En
esta época que nos ha tocado vivir es precisamente en la que se hace más
necesario viajar para estar en el mundo real. No nos podemos conformar con toda
la información que nos encontramos en las redes, hay que estar en esos países,
ciudades y pueblos para tener una idea real de sus gentes, para comprender las
diferencias que nos hacen distintos.
Si lo
pensamos un poco nos daremos cuenta de que lo que nos enriquece es ver el mundo
desde otro punto de vista, desde un lugar donde veamos todo lo que nos rodea,
pero también nos veamos a nosotros, desde una situación que nos permita observar
y observarnos, comprender y comprendernos, escuchar y hablar, esa forma de
percibir la realidad la hace más rica.
Buenos
días.
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