viernes, 7 de octubre de 2022

Nuestro vínculo con la sociedad.

 “El espíritu de la cultura no consiste solamente en conocer los hechos, sino en ser capaz de imaginar la verdad.” (G.K. Chesterton)

Decía el otro día que se han roto los lazos que unen a las personas y su sociedad, y si esto es así, resulta que tampoco deben estar muy fuertes esos lazos entre las personas, pues una sociedad siempre es un reflejo de las personas que la forman. 

Imagen de Martin de Arriba en Pixabay 

Entonces, es posible que si la relación entre las personas tuviera mejor salud de rebote la sociedad también mejoraría. Si pensamos un poco veremos como llegamos a la conclusión de que lo que más une a las personas, desde siempre, es el amor. Es más, me atrevería a decir que lo que mejor caracteriza a lo humano es el amor. En el fondo de la tradición cultural europea siempre encontraremos el amor como punto de encuentro entre las personas, ese “amaras al prójimo como a ti mismo” lo hemos tenido presente todos los europeos desde hace siglos.

Nos encontramos también con otra característica muy europea, una tradición me atrevería a decir helénica, que no es otra que la importancia que se le da al papel que le corresponde a cada persona en su comunidad, y que junto con el amor a los demás crea una fuerza del deber y del compromiso. Estar comprometido con la propia misión lo es todo. La persona sabe entonces que su aportación a la sociedad consiste precisamente en el cumplimiento exacto de su misión dentro de ella.

Ese vínculo con la sociedad y los demás no está basado en ninguna clase de contrato, y, ese vínculo sin contrato es lo que se está perdiendo. El vínculo entre una madre y su hijo no tiene ningún contrato, tampoco debería de existir un contrato entre un hombre y una mujer si no fuera por la necesidad de establecer unas ciertas garantías públicas que ampare a las dos figuras más desvalidas de la historia humana: el niño y la anciana viuda.

Nos estamos olvidando que la base de todos los contratos que nos unen con la sociedad son consecuencia de un vínculo y que van a depender de él. Un contrato no crea un vínculo, en todo caso, lo organiza dentro de la sociedad, pero si lo pensamos veremos que por sí solo es incapaz de sostenerlo. Todo contrato social es una forma débil de vincularse: un vínculo sin contrato se mantiene, el contrato sin vínculo no.

La sociedad debe basarse en los vínculos que se crean entre las personas, sobre el vínculo que surge de algo más grande que uno mismo, utilizando el contrato solo como un instrumento subsidiario de organización social.

Vamos por mal camino si queremos que nuestra sociedad funcione a base contratos escondiendo cualquier tipo de vinculo, y es que con el vínculo nace el compromiso en todas sus variantes. Todos sabemos que el mayor compromiso es el amor. Por eso me preocupa que no se le tenga en cuenta en los actuales fenómenos sociales. Al amor no lo reconocemos en la mayoría de las manifestaciones de nuestra sociedad desde la economía, sociología, arte, literatura, cine… O si lo hacemos, lo vemos aparecer en sus deformaciones o en un simple deseo sexual y a unas más o menos conocidas reacciones bioquímicas. Sin embargo, el amor está con nosotros desde siempre, desde el Génesis, desde la Ilíada, y con él la fuerza para liberar las fuerzas más colosales que podamos conocer.

Siendo el amor decisivo para que un compromiso surja del vínculo no es el único factor importante. Existe otro que es imprescindible para las personas. Se trata del deber.

Pero lo dejaré para la próxima vez.

Buenos días. 

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