“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 53 del viaje a Roma. Mont-Roig
--- La Ampolla
Miércoles 21 de mayo de 2025.
Distancia: 40 km.
Desnivel positivo: 332 m.
Velocidad media: 13,3 km/h.
Nos acercamos al final, estoy volviendo a los mismos campings del principio y por lo tanto en cierta forma repitiendo los primeros días. Pues bien, en estos días que quedan ya andamos con el confeti. Está llegando el momento de correr hacia casa, a hacia nuestra cama, nuestro sofá, del que espero sacarle en los próximos días mucho partido. Y, mientras se acerca ese día, me pregunto: ¿qué ha funcionado y qué no? ¿A qué debo darle la vuelta? ¿Hacia donde voy a poner mis ilusiones el año que viene?
El final de un viaje es a veces
complicado de cerrar. Sobre todo, si como en este caso además es el final de
una etapa. No se puede cerrar sin más, ni dar carpetazo al asunto. Aunque me
cueste, es conveniente revisar, evaluar y, después, recalcular el camino a
seguir.
Ahora bien, no se tiene que olvidar
de que, antes de abandonar una fase o cerrar una etapa, se debe tener claro
cuál es el siguiente paso, que no se puede cerrar una puerta y dejar las llaves
dentro, y, sobre todo, se tiene que estar seguro de que esta etapa de la que salimos
ya no es nuestro lugar.
Uno de los quehaceres más complicados
de nuestra vida es aprender a situarse ante la propia vida. Te sorprendes haciéndote
preguntas sobre si lo que eres, lo que has conseguido es aquello que, años atrás,
habíamos deseado. Y esto puede hacernos caer en un cruel desánimo, sin embargo,
lo más peligroso es que podemos olvidar que la cuestión no es saber dónde
estamos sino cómo estamos. No es posible averiguar la situación en que nos
encontramos si antes no tenemos claro quiénes somos.
Encontrar mi lugar, a fin de
cuentas, tiene poco que ver con aquello que quiero, sino adónde me esta
llevando la vida. Mi lugar parece claro que no debe ser el que elija, ni
tampoco el que pueda soñar, sino que me iré situando mientras lo voy descubriendo.
Y una vez que llegue a ese lugar
que ya podré decir “mí” lugar solo cabe pararse y contemplarlo.